domingo, 3 de julio de 2016

Entrevista al escritor Mario Vargas Llosa



No solamente es premio Nobel de Literatura, es un personaje que siempre tiene un pinto de vista que escuchar. Continúa escribiendo novelas y después de 3 años de inactividad en el rubro, publicó "Cinco esquinas". Los detalles de cómo surgió esta historia y algunas miradas de la vida profesional del autor.


¿Cómo surgió la idea de tu último libro “Cinco esquinas”?

Es muy misterioso cómo nacen las historias que escribo. No decido con la libertad con que decido escribir un artículo, en el caso de la novela siempre se da un proceso mucho más misterioso: surge una imagen, algo que nace de un hecho verídico y poco a poco, sin darme cuenta, esa imagen es un fantaseo o juego mental sobre algo en lo que empiezo a pensar, pero sin tener la idea sobre lo que voy a escribir y empiezo a tomar notas y surge. De esa manera escribí todas mis historias.

“Cinco esquinas” se da por algo que vivimos todos los peruanos durante los años de la dictadura de Fujimori. Se contrataban a periodistas especializados en la chismografía y en el escándalo y muchas veces escándalos inventados y calumniosos en referencia a los críticos del régimen. Tenía la idea de escribir una historia que de alguna manera mostrara esa parte de la dictadura y creo que ese fue el motor a partir del cual empecé a tomar notas y hubo otras cosas que fueron apareciendo, pero solo al final tenía una idea en conjunto, en verdad la historia se fue conformando en el transcurso de la escritura.

¿Por qué ese barrio?

El barrio le daba cierto simbolismo al título, fe muy importante en la época de la Colonia, luego de ese esplendor entró en decadencia, pero tuvo una cierta resurrección a partir del siglo XX porque se convirtió en el barrio de la música criolla, de hecho iba mucho la gente a escuchar música. Felipe Pinglo, el más grande compositor de música peruana, nació en ese barrio. Luego el barrio entró en una decadencia terrible y hoy en día es muy violento, muy marginal, principalmente por el asunto de las drogas.

¿Qué tiene que ver con tu enfrentamiento a Fujimori? ¿Es una especie de ajuste de cuentas?

No, en absoluto. Siendo candidato me di cuenta de que no tenía ninguna vocación política. Ganó Fujimori y me devolvió a la literatura, a mi vocación. Sí siento que Fujimori hizo muchísimo daño al Perú, él ganó una elección libremente, fue reconocido por todos los peruanos como presidente y a los dos años convirtió en el peor delito que se puede cometer en la política: impuso una dictadura muy corrupta y muy sanguinaria que fue muy dañina para el país. Recordarles esto a los peruanos no está mal. Precisamente en este momento en que su hija tiene muchas oportunidades de llegar al poder.

¿Cómo fueron tomando importancia algunos de los personajes?

Hubo personajes que se fueron imponiendo, como por ejemplo el de La Petaquita, que empezó como un personaje muy menor, secundario y, sin embargo, fue creciendo y se terminó imponiendo y pasó de ser un personaje secundario a un central. O Juan Peineta, que iba a ser un personaje pintoresco y de pronto ese personaje tiene consistencia y tiene cada vez más espacio en la historia y termina siendo casi una figura.

En la novela hablas del sexo como salvación ¿Cómo llegaste a eso?

Hay circunstancias en las que el sexo surge como una tabla para la salvación. En el final de la dictadura, había terrorismo de Estado, el Estado ejecutaba personas, había delincuencia, toque de queda, incertidumbre, demasiada incertidumbre y nadie sabía qué iba a venir después. Entonces, esa incertidumbre e inseguridad, muchas veces incentiva la vida sexual. Quizás no se hubieran dado muchas experiencias si no se hubiera dado ese combo de paranoia que te llevan a vivir experiencias que te sacan de ese pozo deprimente.

En la novela se da una fuerte denuncia al periodismo amarillista, ¿es así?

El periodismo amarillista aparece en nuestro tiempo y es la conversión de la cultura en una forma de entretenimiento. La cultura se ha frivolizado, llega a todo el mundo y abarca al conjunto entero de la sociedad, ya no existe el monopolio de para una elite. Una cultura que se vuelve entretenimiento, es una cultura que adormece, que retarda y genera actitudes pasivas. Con esto la cultura pierde algo importantísimo, que es la de curar el desasosiego, adquirir una actitud crítica de rebeldía contra el mundo tal como es. La cultura nos mostraba que el mundo está mal hecho y provocaba en nosotros una necesidad de cambio. La cultura como diversión pierde el efecto de despertar la crítica o la disconformidad y el periodismo amarillo es una consecuencia de eso, nada resulta tan divertido como escarbar la vida privada de la gente, transgredir lo privado, mostrar la intimidad, se convirtió en una función del periodismo, del peor periodismo.

¿Cómo fue el proceso creativo de “Cinco Esquinas”?

En el proceso de la creación todas esas cosas iban surgiendo, muchas veces yo no me las esperaba y me sorprendían. La mayor parte de los escritores pierden un poco el control de las historias que escriben, porque hay fuerzas de la propia historia que empujan o van en direcciones que para uno resultan sorpresivas.

¿Parte de tu obra se hizo con cartografía y otra parte con improvisación?

Para empezar a escribir necesito tener un esquema, no podría sentarme a escribir una historia sin tener una trayectoria. Dónde empieza y dónde termina la historia, los personajes, cómo se cruzan los destinos de esos personajes, un simple esquema de la historia y eso me da la seguridad mínima que me permite empezar a escribir. Luego, la primera versión me cuesta mucho trabajo, porque es una lucha para tener confianza de que la historia va a salir correctamente. Cuando comienzo a rehacer es distinto, a mí no me gusta tanto escribir como reescribir. Cuando empiezo a rehacer, a cortar, a reescribir, ese es mi verdadero placer.

¿Cuál es tu método de escritura?

Trabajo de una manera muy disciplinada, tal como decía Flaubert “escribir es una manera de vivir”. Para mí, las mañanas son las horas más creativas. Pero no me gusta la idea del escritor apartado del mundo, me gusta tener un pie fuera del escritorio, en la calle y hacer periodismo. Cuando escribo novelas u obras de teatro me aparto, con los artículos estoy más vinculado con la actualidad. Hay un riesgo en aislarse demasiado, cortarse de la realidad es un peligro terrible porque se corta la inspiración. 

Dijiste que hace poco fue el momento más feliz de tu vida ¿Por qué?


El momento más feliz de mi vida como escritor fue una cena en lo de Cármen Balcells, una queridísima amiga y mi agente literaria, quien tenía una carta de la Editorial Gallimard de Francia y me dijo que no la leyera hasta el final de la cena y yo con mucha curiosidad, esperé. Después de cenar, la abrí, era de Antoine Gallimard, el director de la Editorial, quien se la había enviado a Carmen y le decía que había llegado la hora de meterme en la Pléiade y, para mí, esa noticia fue de inmensa felicidad. Aprendí francés para leer a los escritores en su propia lengua y concebí una admiración muy grande por los escritores que pertenecen a esa colección, ellos nunca dejarán de vivir como escritores porque esa colección les asegura la inmortalidad. La idea de entrar con mis obras me dio tanta satisfacción que ni siquiera haber ganado el Premio Nobel me dio tantas satisfacciones.



Entrevista publicada en el #76 de la Revista Fuera de Hora, no dejes de buscarla. Es gratis!




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