lunes, 9 de febrero de 2015

El whisky de Juan


El escritor le pide que no la deje. El personaje se encuentra de pie junto al sillón, la mira. Ella duerme, los zapatos en el piso, las rodillas abrazadas y en sus labios, la pintura, todavía muy roja. Una luz encendida en la habitación. El personaje se inclina hacia ella, le acerca su mano a la cara pero no la toca, él acomoda su cabeza sobre el apoyabrazos, cierra los ojos y la escucha respirar. El escritor toma un sorbo de whisky, sólo queda un hielo, mira la birome, el papel tiene algunos tachones, y vuelve a pedirle que se quede. El personaje levanta la vista hacia el reloj de pared, arrodillado gira despacio los hombros hacia la puerta y vuelve a mirarla. Ella no se mueve. El personaje acerca más su cara a la de ella: no se tocan. El personaje vuelve a cerrar los ojos. El escritor mira la última palabra, pone un punto, toma el último trago del vaso, muerde el hielo y otra vez su vista en la hoja. Tacha, tira la birome sobre el cuaderno y se recuesta en el respaldo de la silla con los brazos extendidos. Le dice al personaje que no puede irse mientras ella duerme. Los labios del personaje muy cerca del oído de ella, susurran algo que el escritor no escucha, él le pide que hable más fuerte pero el personaje no lo hace. El escritor se levanta y va hacia la cocina, cuatro hielos y whisky hasta llenar el vaso, toma dos tragos y vuelve a la silla, a la hoja, a la historia. El personaje se pone de pie, vuelve a mirarla. El escritor le exige que se quede. Ella suspira, el personaje se acerca a darle un beso, ella abraza con más fuerza sus rodillas y el personaje no la besa. Ahora camina hacia la puerta, la abre, mira hacia donde ella duerme. El escritor le grita, su cara está roja, le transpira la frente, las manos, toma el vaso, lo mira, dos tragos y vuelve a gritar. El personaje, de pie junto a la puerta, no lo escucha, gira la cabeza hacia donde está ella, muerde sus labios y cierra despacio la puerta. El escritor se levanta de la silla, “volvé” le grita, “volvé”. Tose. Está rojo. Vuelve a toser. Toma de una sola vez lo que quedaba en el vaso y lo tira contra la pared. Apoya las dos manos en la mesa, mira las palabras, los tachones, la hoja, la arranca del cuaderno y la rompe. Algunos pedazos en la mesa, otros en el piso. El escritor va hacia la cocina, un nuevo vaso, cuatro hielos, whisky hasta el tope y antes de cerrar la botella toma un trago del pico. Punto y aparte. La luz de la habitación todavía la ilumina, ella no sueña, sólo duerme.          

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